mate muy bien picados, pan rallado, y aceite y vinagre, revuelto y mezclado todo, y cuidadosamente cubierto, hasta el momento de servirlo.
Y de pié y empinada sobre el umbral de la puerta, espiaba el regreso de los trabajadores que volvían en grupos, despareciendo uno á uno en sus tugurios.
Desde que divisaba á mis hermanos, corría á la mesa; llenaba sus vasos de vino, y destapaba la fuente de camarones, que esparcía en el aire su incitante perfume. Y los pobres trabajadores, llenos sus platos, comían con la delicia del que satisface á la vez, hambre y sed.
Ha pasado el tiempo; nosotros hemos tornado al seno de la patria, á nuestro hogar el bienestar.
Todo ha cambiado en nuestra suerte; pero el plato de los días de inmigracion, ocupa siempre su lugar en nuestra mesa, como un dulcísimo recuerdo.