necitas diminutas, allá en la grande cocina de nuestra casa, en el pueblo de San Martin, este riquísimo plato, para esperar á su bella mamá y á su amado papá, que habían almorzado en Buenos Aires, y venian á tomar con sus hijitas la comida de la tarde.
Así, es con doble motivo que lo ofrezco al libro, llamado á obtener una favorable acogida.
En aquel tiempo, no sin respingos de la cocinera, me apoderaba de su afilado cuchillo, y cortaba del solomo de ternera, destinado al menú, un trozo de cuatro centímetros de grueso, y largo, segun el número de sandwichs que necesitaba. Lo ponía á curtir, durante dos horas, en un adobo de aceite y vinagre condimentados con pimienta, sal, orégano, cominos y ajo molido.
En seguida lo cortaba en rebanaditas de dos centímetros de grueso, que golpeaba lijeramente con el plano del cuchillo, extendiéndolas