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Journal of American Folk-Lore.

de una mujer sin pasión;
por no faltar en atención
me puse atento a sus frases;
díle para comprarse broches
y para todas sus ideas
y de una vieja muy fea
me enamoré yo una noche.

Pasa de ciento ochenta años
y se quería remozar;
daba relación cabal
del mundo y de sus tamaños;
y yo mirando aquel daño
en tan crecidos rigores
y eran tantos sus clamores
que al ver aquel desconsuelo
yo compré unos espejuelos
para otra vez que me enamore.

Al ver aquel menosprecio
que deseoso estaba yo
aguardando la mañana
para visitar mi dama;
me salió tuerta de un ojo,
toda comida de piojos;
y al ver aquel menosprecio
que yo a ella le hacía
se presenta ya de día
con un catarro en el pecho.

Afligido quedé yo;
en su boca no se halló
un diente, por testimonio
y sin duda fué el demonio
o la luna me engañó;
y yo mirando todo esto
que adelante iba el Creador,
gracias le doy al Señor
que salí de esta pelleja
y cuando me encuentre otra novia
ha de ser de día y con sol.

50.

Tuyo soy, tuyo he de ser
a pesar del mundo entero;
aunque pretenda morir
en mí no cabe otro dueño.

Es mi amor sin dilación
con firme seguridad,
que una firmeza leal
no tiene comparación;
y fué tanta la pasión
con que te llegué a querer
antes de llegar a tener
otros peligros más hondos
que al decirlo no me escondo;
tuyo soy, tuyo he de ser.

No tengo en quien poner duda
ni menos en quien pensar,
que yo constante me he de hallar
si este tiempo no se muda;
si esta verdad se asegura
y yo a ti decirte quiero,
antes de llegar a saber
si tu amor es lisonjero
que yo te tengo de querer
a pesar del mundo entero.

Tú me brindas con fragancias,
las recibo cuando agonizo,
y en la mujer no es preciso
prestar esa desconfianza;
y más si el tiempo en bonanza
ha de ser como el marfil,
como la rosa de abril,
que por quererte pretendo,
y yo he de perder cuanto tengo
aunque pretenda morir.

Mi bien, ¿cómo yo pudiera
explicarte este dolor?
Diga el que sabe de amor
que hallarse ausente quiera,
y si usted mi dueña fuera,
mi bien, como es mi alegría
con mis ansias y agonías,
toda pena quita el sueño;
digo que pierdo la vida
y en mí no cabe otro dueño.

51.

Es mi dama en Puerto Rico
la más linda maravilla,
reina de todas las flores
que tienen los cuatro brillos.

Es un jazmín peregrino,
por ser hermosa le toca


51. The second and fourth strophes are not décimas, but octavas; and they are probably intended as such, because the last verse of each is the third and fourth respectively of the introductory quatrain, according to the regular rule in type A.